domingo, 20 de octubre de 2013


Del XXII Premio de Poesía de Costa Rica
Thelma Figueroa Figueroa 2013

DE LAS ESTATUAS DE PLAZA



Los amantes se pierden en los turbios mataderos de la fantasía;
y tú, pequeña diosa andariega, te consumes en viejas heridas...
Te entregas a todos en el café de la resignación.
Para mí, tu corazón huele a flores marchitas donde el amor se pierde.
No sé si han sido rotas las piedras del tiempo
como lápidas nocturnas de una eterna Afrodita .

No sé todavía qué vieja canción te llevó por esa calle indebida.
Qué tratado de los sueños te confunde,
para que no te vaya a tentar ese trozo del Cielo y del Infierno.

Los amantes se esconden y se besan hasta en la muerte,
como en un parque maravilloso,
y descubren un día que nacen mudos como estatuas,
con caprichosas poses encantadas, entre peces rojos y dorados.

Por tu pelo baja el sol hacia las plantas de los jardines solos,
que enciende el mar en sus ensoñaciones temibles.

Yo soy el extranjero que siempre toca la playa indebida,
el que guarda tus pensamientos en una cripta de fuego
y cierra la puerta de la desolación.
Acaso un cantor envenenado, por un raro licor que resplandece en la sombra.

Mientras los amantes se acarician en la claridad de la luna.
Son falsas las estatuas después de las ausencias.
¡Debieras saber que desde hace mucho tiempo, están muertas de amor!


Manuel Ruano





miércoles, 9 de octubre de 2013

En el homenaje a la escritora
María Granata en la S.A.D.E.


Homenaje a la trayectoria literaria de la célebre escritora
María Granata, el día 3 de octubre en la
Sociedad Argentina de Escritores (SADE) de Buenos Aires.

MUERTE DEL ADOLESCENTE

Iba a las densas viñas y volvía
con la sangre dorada.
Su voz en un sollozo no cabía,
ni en un pámpano seco su mirada.
Ni sabían sus manos
ser el lecho piadoso de la frente.
Iba a las aguas, iba a los manzanos,
y retornaba siempre adolescente.

Veía en las tardes rojas
estremecerse al árbol absoluto,
y al pájaro nacer entre las hojas
profundo de dulzura como un fruto.

Solamente esperaba
un nuevo paso unir al paso hecho,
y por la herida lateral del pecho
ninguna soledad lo transitaba.
Guardaba de su infancia
como un sabor a plomo de soldado
y casi una fragancia
de llanto hacia una sien y otra desviado.
Por vez primera desde un agrio puerto
sintió la lejanía
y le dolió todo ese mar desierto
como una llama fría.

Secas están las viñas. Salitrosas
las aguas. Carcomidos los manzanos.
La sombra de las cosas
tiene filos crecientes y cercanos.

Junto a un huerto sepulto en una duna
y en el umbral del hombre,
siente el adolescente que una a una
se disuelven las letras de su nombre.

Muerto ya está. Como la arena muerto.
Pero vivas las manos todavía.
¿Dónde las uvas de un racimo abierto
que aún las sentiría?
¿Y dónde alguna flor? ¿Dónde una aguja
de luz para sus ojos?
Antes que advierta el lienzo, antes que cruja
en sus huesos un hierro de cerrojos.

Un hueco más sobre la tierra, un hueco.
Pero una sombra menos contra el muro.
Y un tallo verdiseco.
Y un fruto desprendido y no maduro.
¡Ah, ya han muerto sus manos
y ya se hiela el aire que lo toca!
Echad su corazón a los manzanos
y a las viñas su boca.

¡Ah, con qué rebeldía
su perfil en el viento se deshace!
Al Oeste la noche, al Este el día.
Limitado ya está. ¿Qué cruz le nace
de pronto entre sus manos?
Para el alba de cal que lo amordace
¿ha crecido ferviente de veranos?

¡Qué muerto está!... Y ya lo recorría
el amor como una llamarada
cuando iba a las viñas y volvía
con la sangre dorada.

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(Tomado de Antología de la Poesía Argentina, tomo II, 
de Raúl Gustavo Aguirre, Ed.Librerías Fausto, 1979, Bs.As.)