miércoles, 14 de septiembre de 2011



El trayecto de lo imaginado


SOBRE EL MIEDO DEL ARTISTA Y LA VALORIZACIÓN DE LA PALABRA

Por Manuel Ruano

El miedo del artista puede provocar una forma de creación. Pero la sucesión del miedo puede engendrar un espíritu irritable y violento. Un creador compone ese miedo que lleva en sí (la desesperación casi siempre), en una forma irreprimible de asco. Una curiosa forma de supurar del espíritu que, como dijera Nietzsche, es “el mal juego de nuestros alaridos y nuestros gritos de angustia”. Y la poesía en el peor de los casos, es el encuentro forzoso con nosotros mismos. El encuentro de donde ya no es posible la huida. Y aún así, el asco sobreviene y el terror irrumpe con furia la totalidad de los sentidos hasta dejar una sensación agobiante en el alma y de abatimiento que es exclusiva en el artista pleno. Decía Trakl: “Del corazón mana la sangre derramada por uno mismo y en la oscura ceja anida un instante inefable: oscuro encuentro”.

Un poeta español, Carlos Edmundo de Ory, resumía esa carga: “Tengo miedo. Tengo más miedo cada día. Es asombrosa la cantidad de miedo con que uno puede llegar a cohabitar”. ¿Y acaso esa clase de miedo no ha sido alguna vez la de Pavese, la de Lorca, la de Vallejo, la de Dylan Thomas, cuando ya casi en la antesala de su muerte sentenciaba: “Es que he visto las puertas del infierno. Eso es todo.” ¿No ha sido la de Nerval antes de morir colgado en un farol? ¿No han sido las cartas de Artaud a su médico? ¿No han sido las reflexiones de Rimbaud en Abisinia, antes de caer fulminado por la sífilis?

Esa misma posibilidad de desorden en el espíritu del artista, establecería ya su caos. Porque en definitiva, la constante es eso, el caos, el profundo miedo a la maldad, a la traición, a la tortura, a la muerte, a la persecución, al orgullo herido. Esa lastimante y desgarradora sensación que organiza el temor y que alguien llama fatalidad. Ese brutal vacío de la desesperación, esa alma angustiada que ya está preparada para presentir la muerte o para convocar el grito a la vida. Y lo verdadero adquiere casi siempre, lo sé, la forma de brutalidad. Tal es así, que el poeta, hoy, ayer, quizás mañana, siempre rehace la esperanza o desentierra la razón para ingresar a un delirio definitivo. A una existencia sin paz. Sería apropiado, creo, decir con Musil: “Sólo hay una alternativa noble en este mundo cruel: aullar con los lobos o perder la razón”.

¿Anacronismo? ¿Desilusión? ¿Seres amados y perdidos? ¿Definitivamente perdidos? No lo sé. Lo cierto es que teniendo en cuenta esas observaciones, recuerdo a muchos de los ahora ausentes y creo, sí, en su ingreso hacia lo maravilloso porque ahora mismo me perturba el sonido lejano de sus voces, la letra de molde de su palabra escrita un día que no es ayer ni hoy, es siempre. Porque la palabra emerge, así es, como una cirrosis viva y callada expuesta a la luz. A un estremecimiento permanente o a esa melodía extraña que ciertos seres contienen en su interior y no pueden soltar. Y tal vez , eso nos lleve a entender la sorpresa de sus genios. Porque, ¿qué otra cosa puede darnos un genio artístico que no sea sorpresa? Y esa turbulencia de la poesía está íntimamente unida a sus pasiones. Corolario cierto: el corazón del poeta está galvanizado en esa ferocidad, cuando es auténtico. Un alma herida que soporta sus quejidos, es un alma sin soledad aunque admita que tiene silencios; porque está habitada de sus sales preciosas y el azúcar más denso. La combinación más perfecta y dañina a un tiempo. Un estado de muerte en alguna parte. Una muerte imaginaria; pero también cierta. Por eso pienso, acá, que sería intolerable sentir que el alma se incorpora sacudida por el miedo, desde su muerte, como un fantasma. Entonces viene la palabra siempre precedida de esos dominios del miedo, la turbulencia de la sinrazón, la crueldad.

Me preocupa el valor de la palabra. En la mayoría de los casos es frecuente ver que adquiere un sentido equivocado. No corresponde a las emociones. Todo sistema elaborado de discurso, tiene en la casi totalidad de sus manifestaciones un producto enajenado y por lo tanto inútil en su valoración poética. La utilización de la palabra, es el proyecto clave de una catarsis interior. La palabra emerge, entonces, como producto de un desequilibrio interior. Cada una de las significaciones atrae el concepto de una experiencia de desmitificación. De ahí que cada intento de poetizar se asemeja a una perspectiva de “demolición de un edificio entero”. El intento de poetizar tiene, pues, una perspectiva peligrosa. La palabra en su sentido íntimo, en su esencia última, tiene un efecto venenoso, fatal, sublime. La inmediatez, sin embargo, lleva a la generalidad de los proyectos de poetizar a una manía no casual, sino de autoanálisis, de terapia a sí mismo. Pero en la mayoría de los casos, ese esquema no sirve y el mensaje se torna superficial, resbaladizo, sin poder de calamiento. Hoy es frecuente ver cómo las sociedades modernas, han creado un tipo de intelectual inocuo, impermeable. Es decir, un intérprete alienado, en la mayoría de los casos, que ofrece un cuadro pobre y lineal en su conducta creativa. El valor creativo se ha evaporado. Consecuencia cierta: el verdadero poeta manifiesta el desequilibrio. La poesía por la nueva belleza, es un desequilibrio. La conciencia de escribir, textualizar un poema, es conciencia de hacer estallar el edificio de las relaciones de contorno y mental. Necesariamente el orden establecido de la palabra, proviene de una estructura mental determinada. Si ese edificio no cae, es porque sigue sumergido en una estructura represiva que elabora un sistema sin libertad interior, sujeto a un status anímico despreciable. El poeta, pienso, por sus determinantes sin barreras, debe ser un demoledor de lo inútil en el complejo mundo de la literatura.


Texto publicado en la edición dominical del periódico venezolano Últimas Noticias(1976), en el Suplemento Cultural, en la sección "El trayecto de lo imaginado".


1 comentario:

Elena Isabel Garritani dijo...

Tu nota "Sobre el miedo del artista y la valorización de la palabra" resonó muy en lo hondo de mi ser.No pude dejar de hacer una introspección de la creación poética en mí ty la vi desde ese lugar . De lo cual me alegro.
Te Felicito, es muy buena....

Elena