martes, 12 de octubre de 2010

Lugonianas

Este poema de Leopoldo Lugones,
en el que algunos intérpretantes del
Conde de Lautréamont

descubren paralelismos y raras connotaciones
con los
Cantos de Maldoror,
data de 1897.



M E T E M P S I C O S I S


Era un país de selva y amargura, - un país con altísimos
abetos, - con abetos altísimos, en donde - ponía quejas el
temblor del viento.- Tal vez era la tierra cimeriana - donde es-
taba la boca del infierno, - la isla que en el grado ochenta y sie-
te -de latitud austral, marca el lindero - de la líquida mar; so-
bre las aguas - se levantaba un promontorio negro, - como el
cuello de un lúgubre caballo, - de un potro colosal, que hubie-
ra muerto - en su última postura de combate, - con la hincha-
da nariz humeando al viento. - El orto formidable de una no-
che - con intenso borrón manchaba el cielo, - y sobre el fon-
do de carbón flotaba - la alta silueta del peñasco negro.- Una
luna ruinosa se perdía - con su amarilla cara de esqueleto - en
distancias de ensueño y de problema; - y había un mar, pero era
un mar eterno, - dormido en un silencio sofocante - como un
fantástico animal enfermo.- Sobre el filo más alto de la roca, -
ladrando al hosco mar, esta un perro.
Sus colmillos brillaban en la noche - pero sus ojos no, porque
era ciego.- Su boca abierta relumbraba, roja - como el vien-
tre caldeado de un brasero; - como la gran bandera de vengan-
za- que corona las iras de mis sueños; - como el hierro de una
hacha de verdugo - abrevada en la sangre de los cuellos. - Y
en aquella honda boca aullaba el hambre, - como el sonido
fúnebre en el hueco - de las tristes campanas de Noviembre.
- Vi que mi alma con sus brazos yertos - y en su frente una
luz hipnotizada - subía hacia la boca de aquel perro, - y
que en sus manos y sus pies sangraban, - como rosas de luz,
cuatro agujeros; - y que en la hambrienta boca se perdía -,
y que el monstruo sintió en sus ojos secos - encenderse dos
llamas, como lívidos - incendios de alcohol sobre los miedos.

Entonces comprendí (¡Santa Miseria!) - el misterioso amor
de los pequeños; - y odié la dicha de las nobles sedas, - y las
prosapias con raíz de hierro; - y hallé en tu lodo gérmenes de
lirios, - y puse la amargura de mis besos - sobre bocas pur-
púreas, que eran llagas; - y en las prostituciones de tu lecho
- vi esparcidas semillas de azucena, - y aprendí a aborrecer
como los siervos; - y mis ojos miraron en la sombra - una
cruz nueva, con sus clavos nuevos, - que era una cruz sin
víctima, elevada - sobre el oriente enorme de un incendio,-
aquella cruz sin víctima ofrecida - como un lecho nupcial. ¡Y
yo era un perro!





Argentina 1874-1938


(Tomado de Antología Poética
de Leopoldo Lugones,
Alianza Editorial, 1998)






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