lunes, 1 de febrero de 2010

DANDISMO Y NINFOMANÍA

"para ser elegante es necesario gozar del
ocio sin haber pasado por el trabajo"
Honoré de Balzac


En la historia de la literatura en Francia se da, entre otros, un precedente del dandismo femenino con la escritora George Sand (seudónimo de la baronesa Amandine Aurore Lucie Dupin), hija de un militar del ejército francés llamado Dupin, que descendía del rey Augusto II de Polonia. Había nacido en París el 1 de junio de 1804.


George Sand pasó la mayor parte de su infancia en un paisaje campestre, en Nohant, y estudió con las Monjas Agustinas Inglesas en un convento de París. En 1822 se casó con el baron Casimir Dudevant, un rico y poderoso hacendado, lo que la convierte en baronesa por derecho nobiliario. Pero la escritora no se demoró en abandonar a su marido y trasladarse luego a la capital francesa, donde comenzó a vestirse con vestimentas masculinas y dedicarse a una vida sexual tempestuosa en el mundillo intelectual de su época. André Maurois, dice de esta escritora: "la historia de George Sand es la de una mujer que, por su nacimiento, se encontró colocada en la frontera de dos clases y, por su educación, en una zona en la que se encontraban el racionalismo del siglo XVIII y el romanticismo del XIX; que, habiendo perdido a su padre en la infancia, deseó reemplazarlo al lado de una madre adorada,adquiriendo por ello un comportamiento viril; que fue confirmada en esta actitud por la educación viril que le dió un profesor un tanto loco y por los trajes masculinos que le hizo vestir; que a los diecisiete años se vio independiente, dueña de una propiedad en Nohant, ama de una casa, y que intentó siempre,inconscientemente, recrear este libre paraíso de su adolescencia; que jamás pudo soportar un amo y pidió al amor lo que en la maternidad hallaba:una oportunidad de proteger a seres más débiles..." (Lélia o la vida de George Sand, Emecé Editores, 1955)



Corría ya el año 1831, cuando se unió a un grupo de distinguidos artistas, entre los que figuraban el novelista francés Honoré de Balzac y el músico húngaro Franz Liszt. Lo que, por añadidura, la hizo célebre tanto por sus escritos como por sus idilios y deslices amorosos, especialmente por su relación con el poeta francés Alfred de Musset y con el compositor polaco Frédéric Chopin. Con éste último realizó un viaje a la isla de Mallorca, a la villa de Valldemosa, que por su invierno cálido y seco convenía a la salud del compositor. Este suceso fue narrado por la autora en su libro Un invierno en Mallorca, publicado en 1841.

Hasta aquí, los datos reales. Hay una cara o cruz en su historia personal.
Fiodor Dostoievsky la resalta con palabras dignas de un especial elogio en su

Muerte de George Sand, donde dice:

"El último número del Diario, correspondiente a mayo, estaba ya compuesto y en prensa cuando me enteré por los diarios de la muerte de George Sand (murió el 8 de junio de 1876). De este modo no alcancé a decir siquiera una palabra acerca de esta muerte. Pero había bastado que leyera esa noticia para comprender cuánto significó en mi vida aquel nombre, cuánto correspondió en una época a ese poeta, de mi entusiasmo, de mi admiración, y todo lo que me dio entonces de alegría, de felicidad. Sin temor escribo cada una de estas palabras, porque así fue literalmente. Ella fue una de nuestras contemporáneas (quiero decir, nuestras) que más plenamente realizó el tipo de idealista de los años treinta y cuarenta. Es uno de los nombres de nuestro poderoso siglo, presuntuoso y al mismo tiempo doloroso, pleno de ideales inexpresados, de los más indefinidos deseos, nombre que surgió allá lejos, "en el país de las sagradas maravillas!", que nos atraía quitando a lo nuestro, nuestra Rusia siempre en gestación, mucho pensar, mucho amor, la fuerza de santos y nobles impulsos, vivísima vida y caras convicciones. Pero no debemos lamentarlo: exaltando tales nombres y admirándolos, los rusos sirvieron y sirven a su más verdadera misión. Que no se asombren de estas palabras mías, y sobre todo en relación a George Sand, acerca de quien puede hasta hoy discutirse y a quien la mitad de nosotros, si no las nueve décimas partes, ya alcanzaron a olvidar; pero ella a pesar de todo desempeñó un papel entre nosotros en su tiempo, ¿y quién estará más dispuesto a recordarla sobre su tumba que nosotros, sus contemporáneos de todo el mundo? Nosotros, los rusos, tenemos dos patrias: nuestra Rusia y Europa, aun en el caso de llamarnos eslavófilos (que ellos no me guarden enojo por esto). No es preciso disputar sobre ello. La más alta entre las altas misiones que los rusos reconocen como un deber asumir en el futuro, es la misión de reunir la humanidad en un solo haz, es el universal servicio a la humanidad; no sólo a Rusia, no al mundo eslavo, sino a la humanidad toda."Existen fuentes históricas que dicen que no tardó en forjarse una fama de mala reputación por su libertina conducta sexual, algo indudablemente mal visto por la sociedad de su época y que recuerda al sadomasoquismo del Divino Marqués:" gustaba de azotar y de dar azotes a su pareja, para lo cual contaba con un complejo arsenal de artefactos eróticos". Esa forma escandalosa de comportarse en el lecho y su legión de amantes, a los que solía reunir para practicar el acto amoroso en conjunto, hizo que su figura fuera vilipendiada en el círculo aristocrático. La nota de Fiodor Dostoievsky , sigue diciendo:

"Reflexionadlo, y también vosotros aceptaréis que los eslavófilos reconocieron eso mismo - por eso nos exhortaban a ser más estrictamente rusos, a serlo más firme y responsablemente-, comprendiendo precisamente que esa tendencia a unificar la humanidad es el más importante rasgo de la personalidad rusa, así como su misión. Por otra parte, todo esto exige todavía muchas explicaciones, por lo menos la de que el servicio de un ideal universalmente humano y un aturdido vagabundear por Europa, abandonando voluntariamente la patria, son dos cosas diametralmente opuestas, aunque hasta ahora se las confunda. Por el contrario, mucho, mucho de lo que tomamos de Europa y trasplantamos entre nosotros no se limitó a la copia servil, como indispensablemente lo exigen los Potuguin, sino que lo incorporamos a nuestro organismo, a nuestra carne y nuestra sangre; hemos sobrellevado y hasta padecimos con independencia punto por punto, como en el Occidente, otras cosas que allá eran familiares. Esto es lo que los europeos no quieren admitir por nada del mundo; lo que ha sido mejor, por el momento. De ese modo se cumplirá más imperceptible y tranquilamente un proceso indispensable que asombrará al mundo en sus consecuencias, proceso que puede seguirse del modo más claro y palpable en la actitud que observamos con respecto a la literatura de los demás pueblos. Sus poetas son para nosotros, al menos para la mayoría de nuestras gentes cultivadas, igualmente familiares que los suyos en sus países de Occidente. Yo afirmo y repito que todo poeta, pensador, filántropo europeo, aparte de su propia tierra, en ninguna otra parte del mundo es tan íntimamente comprendido y más aceptado como en Rusia. Shakespeare, Byron, Walter Scott, Dickens, nos son más familiares y comprensibles que, por ejemplo, a los alemanes, si bien por supuesto circula entre nosotros sólo la décima parte de los ejemplares, en su traducción rusa, que en la libresca Alemania. La Convención francesa del año 93 al otorgar una credencial de ciudadano "au poète allemand Schiller, l'ami de l'humanité", a pesar de haber hecho con ello un gesto hermoso, soberbio, profético, no sospechaba siquiera que en el otro extremo de Europa, en la bárbara Rusia, ese mismo Schiller era bastante más nacional y bastante más caro a los bárbaros rusos, no sólo que a Francia, la de aquel tiempo, sino a la de más tarde, en todo nuestro siglo, durante el cual Schiller, ciudadano francés y "l'ami de l'humanité", sólo era conocido en Francia por los profesores de literatura y eso no por todos. Entre nosotros en cambio, junto con Yukovsky, se introdujo en el alma rusa, dejó en ella una señal, significó por sí mismo casi un período en la historia de nuestra cultura. Esta actitud rusa respecto a la literatura universal es un fenómeno que casi no se ha repetido en otros pueblos en tal medida a lo largo de toda la historia, y si esta característica es realmente nuestra particularidad nacional rusa, ¿qué susceptible patriotismo, qué chauvinismo tendría derecho a protestar contra este fenómeno y no querría ver por el contrario un hecho pleno de promesas y claramente profético para la adivinación de nuestro porvenir?
Todo este encuadre del genial escritor ruso es para poner de relieve a unas de las figuras más importantes de la literatura universal que ganó simpatías y antipatías en torno a otras superficialidades de rigor moralista. Aquel mensaje del autor de Crimen y castigo, concluye diciendo:

"¡Oh!, por supuesto, muchos sonreirán, tal vez, al leer más arriba la importancia que yo atribuyo a George Sand; pero los que rían serán injustos: ya ha transcurrido bastante tiempo de estos hechos pasados y hasta la misma George Sand ha muerto viejita, a los setenta años, habiendo tal vez sobrevivido en mucho a su gloria. Pero todo aquello que en la aparición de ese poeta significó una "nueva palabra", todo lo que tuvo valor universal, todo eso suscitó en el mismo instante en nuestra Rusia fuerte y profunda impresión, no pasó inadvertido, demostrándose con ello que todo poeta que surgiera en Europa, que se levantara allá para enunciar un pensamiento y manifestar una fuerza nueva, no podía dejar de convertirse de inmediato en un poeta ruso, no podía evadirse al pensamiento ruso, y no convertirse casi en una

Como se dijo más arriba, estuvo relacionada románticamente con Alfred de Musset durante el verano de 1833. Después de esa tormentosa relación en Venecia, Musset le dedicaría un libro: Confesiones de un hijo del siglo.
Dos años antes, había tenido ya una relación con Fréderic Chopin, a quien conoció en París. Dentro de su "círculo de amistades" también se encontraban el pintor Eugène Delacroix, el escritor Heinrich Heine, así como Víctor Hugo y,entre otros, Flaubert .

Sand fue una escritora muy prolífica que expresaba en sus obras preocupación por los problemas humanos y los ideales feministas. Escribió sus dos primeras novelas en colaboración con el novelista Jules Sandeau, de quien tomó el nombre de Jules Sand. Su obra siguiente, Indiana (1832), es la primera que firma como George Sand.

Toda su bibliografía se divide en cuatro partes: Las novelas del primer período (1832-1836), como Valentine (1832) y Lélia (1833), eran románticas e idealistas, que, al igual que Indiana, exaltaban elamor libre de las trabas impuestas por el matrimonio convencional. La segunda parte (1840-1848) se caracteriza por novelas del temperamento de Consuelo (1842), en la que expone sus ideales libertarios de corte socialista y humanitario. Después de la Revolución de 1848 se retiró a su casa campestre de Nohant, donde escribió las novelas de su tercer período (1848-1860), basadas en la vida del campo, entre las que se destacan François el Champi (1848) y La pequeña Fadette (1849). Sus últimas novelas recaen nuevamente en el tema social pero de una forma más profunda y, en cuanto a calidad, son consideradas lo mejor de su obra. De esta parte, hay que destacar El Marqués de Villemer (1861) y Jean de la Roche (1860) y entre 1854 y 1855, aparece, Historia de mi vida. Pero es en 1853,cuando se publica Cuentos de una abuela, escritos para sus nietos.

Entre sus frases famosas, hay algunas que se refieren a su "supuesto" torbellino amoroso: "Nos equivocamos a menudo en el amor, a menudo herido, a menudo infeliz, pero soy yo quien vivió, y no un ser ficticio, creado por mi orgullo." Y también, frases de este calibre: "He leído en alguna parte que para amarse hay que tener principios semejantes, con gustos opuesto." O todavía, algo así: "Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor que muchas veces se llora de alegría."
George Sand murió en Nohant en 1876. Aunque sus novelas fueron muy leídas en vida de la autora y ejercieron una influencia innegable en los nuevos escritores; pero así, también, han ido perdiendo popularidad. No obstante eso, los criterios feministas más recientes le han otorgado un creciente interés a su obra.

George Sand ejerció el papel de dandy en los salones y círculos literarios de Francia haciendo uso de aquella memorable frase de su amigo Balzac: "El dandismo no es sino una herejía de la vida elegante". Y fue ella, la que acunó esta bella frase: "El beso es una forma de diálogo".

De los amores de Chopin y George Sand...


MALDOROR


Me llamo Isidore Ducasse. Más conocido como Conde de Lautréamont, por unos escritos míos realizados a escondidas de las clases del Liceo de Pau en 1864. Aunque yo disfrutaba de las clases de retórica de Gustave Hinstin. No me perdía por nada del mundo de sus disertaciones sobre el Edipo Rey, de Sófocles. Sobre todo ante los desgarradores lamentos y gritos de dolor, al ser arrancados sus ojos maldiciendo su destino. Me estremecía (tengo que decirlo), el límite que hay entre lo humano y lo inhumano. El dios Tánatos colmaba mis aspiraciones existenciales y me volcaba al horror y al caos. Pero también amaba a Hipnos, su hermano, que me transportaba a experiencias inesperadas. Debo confesar que por esa época, detestaba los versos latinos; aunque disfrutara siempre de Corneille y Racine.

Como se imaginarán, soy extremadamente nervioso. Mi carácter, lo sé, se compone de eso: una obsesión por la tragedia y un delirante fervor por todo lo que denote soledad, angustia, repulsión… Estos Cantos, son prueba de mi soledad en el mundo… Maldoror, es mi documento de identidad.


(De Escritos apócrifos)

De Los Cantos del gran ensalmador


POESIA NOVA



El cadáver de Vallejo multiplicóse en células ubérrrimas;
el de Federico en caracolas de mar para empedrar los
/ Jardines de la Alhambra;
el de Neruda en crepúsculos embotellados;
y el de Borges, en ediciones rarísimas de pergaminos
/ góticos...

-¡A ver,sepulturero:
si recoges un poco de aquella luz matinal,
que harto estoy de dogmáticos resplandores!