lunes, 25 de mayo de 2009

Misceláneas


EN TORNO A LA ÉTICA VALLEJIANA


“Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur,

como esos huevos neutros que algunas aves raras

ponen del viento...”

(César Vallejo, Poemas humanos)

El poeta César Vallejo fue asiduo colaborador de la revista Bolívar, que dirigía su amigo Pablo Abril del Vivero (hermano del Xavier Abril) que estaba como diplomático en la España de los años treinta. En Bolívar, Vallejo incursionaba, por lo general, en temas relativos a la Rusia Soviética y la marcha del socialismo y su construcción, tanto como en todo lo relativo a su complejidad ideológica.

Sus temas, casi siempre, eran críticos en su arquitectura, a veces de estricto rigor literario, como el referente a Vladimiro Maiakovski (Bolívar Nro.7) o sus celebrados Reportajes en Rusia IV, producto de sus viajes al país de Lenin, entre ellos: Filiación del bolchevique (Bolívar Nro. 9) o Moscú en el Porvenir (Bolívar, Nro. 12), en donde redundaba acerca de temas como el estalinismo, el trotskysmo y los peligros del fascismo en la sociedad imperante.

¿Era el autor de Trilce un dogmático, un aventurero, un explorador geográfico? No. En absoluto. Más bien, el poeta habría de reconsiderar sus propios versos: “Confianza en muchos, pero no ya en uno...” Decía en su póstumo Poemas Humanos.

Su marxismo, fuera de lo que pudiera suponerse, era un marxismo creativo, no dogmático. Son muchos sus escritos y crónicas aparecidos en Nosotros de Buenos Aires, Variedades, Mundial o el Comercio de Lima, en los que discurre acerca de estos tópicos tan profusos e intensos, como reflexivamente interesantes. En Las lecciones del marxismo, por ejemplo, se inclina más hacia el trotskismo y la aparición de una nueva izquierda. Aquel texto, publicado el 19 de enero de 1929, contiene un desiderátum cuyas conclusiones, son inequívocas en el desarrollo crítico de la Revolución bolchevique: “El trotskismo, desde este punto de vista, es lo más rojo de la bandera roja de la revolución y, consecuentemente, lo más puro y ortodoxo de la nueva fe.” (sic). Por lo demás, para quienes lo conocieron, el cholo peruano era un espíritu “anárquico por naturaleza”, según la expresión de su amigo Juan Larrea. En cambio, anarquía, significaba para su viuda Georgette un término “puramente peyorativo, cuando se refiere a hombres o lo que fuere”, tal como lo afirma en su libro de memorias Allá ellos, allá ellos, allá ellos (publicado en Lima, editorial Zalvac, 1978, pp. 60-61).

En cuanto al texto La responsabilidad del escritor, el mismo procede de los tiempos de la Guerra Civil española. Más exactamente, al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en Defensa de la Cultura y de la República Española, que tenía sus sedes en Valencia, Madrid, Barcelona, París, por aquellos días del 4 al 17 de julio de 1937, es decir, cuando ya se está aproximando cumplirse los setenta años de aquella experiencia histórica, donde intelectuales de todas las corrientes y de todos los rincones del mundo, afirmaban su convicción antifascista en aquella hora siniestra que protagonizó el franquismo.

En este sentido, Vallejo, (peruanísimo exiliado del Perú), extrajo sus conclusiones de sus propias experiencias como poeta militante y dio un discurso memorable (que aquí se ofrece al lector en forma exclusiva) en torno a la responsabilidad del escritor y la viva naturaleza del creador intelectual.

El mismo texto, se publicaría años más tarde en una versión parcial de 1939, pp.103-106, de la revista El Mono Azul de Madrid. Es oportuno su racconto, pienso, en estos momentos que vive Latinoamérica, por aquellas palabras tan actuales y en la circunstancia del orden mundial, donde la voracidad imperial resurge en el planeta en un pavoroso escenario de sangre, de pánico y de sobrada injusticia social. Sólo basta recordar una frase: “Para nosotros los escritores revolucionarios, un hombre culto es el hombre que contribuye individual y socialmente al desarrollo de la celebridad de un terreno, libre de concordia, de armonía y justicia por el progreso común e individual.”

Con merecida nostalgia y consabida fe en la poesía, recordamos hoy a ese poeta de “jornada entera”, que, a la vez, fuera cronista de un mundo sórdido, oliente a guerras y a reparto del embrutecimiento colectivo; y que, por si fuera poco, se convirtiera en tan sabio espectador y víctima a la vez, del “execrable sistema”. Por aquello de “la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser pobre...”

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