miércoles, 4 de febrero de 2009

NI ANACREONTE, NI EQUEPOLO, NI TIRESIAS

Ni Anacreonte, ni Equepolo, ni Tiresias,
más bien serás salmista en Tirinto,
viejo buscador de lunas mercuriales
que sueña en la Argólida con dulces melodías.
También serás amante de bellas odaliscas,
en coloridas tiendas del Sahara;
y recitador de ensalmos del Califa.
Pero a la vuelta del siglo,
(cuando el demonio de la corrupción
haga sonar su sonajero tecnológico)
ya sabrás dirigir tus ensueños
tanto como tu digestión...
Nadie cambiará el rumbo de tus dioses.
Que sean de granito las paredes de tu templo,
Horrísono mañana, no te pierdas en el martirio.
Sabio es aquél que ayuna en la abundancia.
Ni Ptolomeo, ni Aquiles, ni Hiperión,
podrán justificarte cuando seas polvo.
Ni sabrán si fuiste cantor o cartógrafo,
de Tracia, de Tirreno, de Mileto.
Desgraciado de ti que por monedas,
adivinabas oráculos en Delfos.
¡Ah, impostor, oráculos en Delfos!

(De Hypnos, Gabrielle editores, Lima, Perú, 1995)

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