sábado, 13 de diciembre de 2008




Noviembre sepulta el paisaje. Y mi vida.
Lubicz Milosz

La más perversa desnudez es la más bella.
A la hora en que esos ángeles dormitados,
criaturas tiernas son de la concupiscencia.
Aquí hay que ganarse la virtud o la impostura,
recogiendo el servicio hospitalario de lesa
/humanidad,
arrojando entre algodones el bofe cotidiano,
implorando en la Casa de las Alucinaciones
como en el altar de un dios despiadado,
que reclama para sí el reino de las tinieblas,
enfundado en la celebración de un vino amargo.
Así el ofidio muerde para el ensueño o la locura.
Y yo viajo desde hace tiempo en un tren anónimo
que va sumergido en el miedo y la desolación,
para poder verte algún día como un espejismo
/en la bruma.
Mis recuerdos van cargados de ayer.
Y me pregunto qué fundidor de metales trabajará
/mi canto.
Yo no sé de la memoria de la piel,
de hoteles baratos que dejaron sin aliento
/nuestro amor
en medio del paraíso perdido.
Yo no sé si hay amor en la impostura.

Sólo sé que la más perversa desnudez es la más bella.

(De Los Cantos del Gran Ensalmador, Monte Ávila Editores
Latinoamericana, Caracas, 2005)

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